(Tomado de the Church News)
No hay nada más sagrado que la maternidad. En realidad, se relaciona estrechamente con Dios mismo, porque en ella se continúa la creación divina en la que participan Dios y el ser humano.
Sin embargo, la maternidad es algo más que dar a luz, pues también se expresa en otro campo de actividad creadora, o sea el de dar forma a nuestra personalidad y pensamientos, e implantar en nosotros nobles ideales, propósitos rectos y fe en Dios.
No es de extrañarse, entonces, que la maternidad sea tan intima parte del plan divino; que entre la gente comprensiva se le adjudique alto honor a las mujeres que en forma tan completa se consagran a proveernos la vida, primeramente, y luego el cuidado cariñoso.
Toda joven debe aspirar al noble ideal de ser buena madre; y para lograrlo debe prepararse para ello desde sus tiernos años de comprensión.
En vista de que la buena salud es fundamental para la madre, toda joven debe procurar, viviendo de acuerdo con lo que dicta la prudencia, desarrollar y mantener las cualidades físicas que la ayudarán a cumplir con. su destino.
Pero ha de procurar más que buena salud. Debe obtener sabiduría y comprensión con respecto a su propia conducta, y desarrollar un carácter estable, ideales nobles y fe permanente.
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