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UN MENSAJE....

EL Señor ha hecho saber al hombre que "seis cosas aborrece . . . y aun siete abomina su alma." Una de ellas, y quizás sea la actitud humana más destructiva, es "el corazón que maquina pensamientos inicuos"

"El corazón que maquina pensamientos inicuos" decididamente escoge lo malo. Y no importa cuán en secreto lo haga, sus consecuencias siempre salen, en una u otra forma, a la luz. Todo ser humano en pleno uso de su conciencia, procede conforme a sus pensamientos. Si estos pensamientos están orientados hacia nobles ideales o propósitos sublimes, sus acciones habrán de elevarlo moral y espirituahnente. Sus congéneres le admiraran y muchos se beneficiaran con su ejemplo. Por el contrario, cuando un hombre comete imprudencias ofensivas, sea que lo hace porque ha perdido el uso de la razón o simplemente para satisfacer los impulsos de su corazón, la sociedad trata de confinarlo a lugares donde pueda refrenar sus actitudes indecorosas.

Pero en ambos casos el resultado inmediato es la influencia ejercida sobre otros. Aquélla es buena y edificante; ésta es maligna y perjudicial.

Sabido es que Dios no ha de contender siempre con el hombre. Es decir, El no insistirá en convencer al individuo sino por la eventual inspiración que el Espíritu Santo pueda desplegar sobre una mente limpia y un corazón sencillo, El presidente José Fielding Smith, del Consejo de los Doce, ha dicho que "no podemos exigir la salvación a los que no la desean." Cada ser es su propio agente y como tal no puede ser obligado. Por consiguiente, cuando el Señor declaró que su alma abomina "el corazón que maquina pensamientos inicuos," indudablemente estaba refiriéndose a la influencia o consecuencia de tal actitud en cuanto a terceras personas. Para el que no cumple Sus mandamientos, El ya tiene establecido el castigo correspondiente. Pero cuando aparte de no cumplir Sus mandamientos, una persona "maquina pensamientos inicuos" e influye sobre otros, además del castigo designado, se hace acreedora del aborrecimiento del Señor, porque El ha dicho: "Cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar"

Por supuesto, como padres y como miembros de la iglesia, no podemos cruzarnos de brazos esperando que el Señor haga justicia en cada eventualidad. Nuestra responsabilidad nunca termina. Es nuestro deber evitar en todo momento que la influencia perjudicial de Satanás y sus seguidores traspase las puertas de nuestro hogar. Porque una vez manifiesta y no obstante la inminencia del castigo, dicha influencia dejará una llaga difícilmente curable en el alma de sus víctimas.

La obscenidad es hija de los "pensamientos inicuos" y generalmente constituye el primer paso hacia los pecados imperdonables.