por el presidente Harold B. Lee
Nos hallamos en tiempos difíciles. Por todo el mundo existen influencias que procuran acometer el hogar, las relaciones sagradas de esposo y esposa, de padres y sus hijos.
La misma influencia perniciosa tienen por delante nuestros miembros adultos de la Iglesia que no están casados. Cuan afortunados somos en poder tener en medio de todo esto las enseñanzas de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que dirige la Iglesia. Son nuestras sus palabras y las de sus profetas, para ayudar a fortalecer nuestros hogares y traer a ellos mayor paz y felicidad.
No hay ningún otro pueblo sobre la faz de la tierra, que yo sepa, que tenga los altos conceptos del matrimonio y del carácter sagrado del hogar, que poseen los Santos de los Últimos Días.
En una revelación dada en nuestra época, el Señor dijo:
". . . el matrimonio es instituido de Dios para el hombre. Por lo tanto, es lícito que tenga una esposa, y los dos serán una carne, y todo esto para que la tierra cumpla el objeto de su creación."
Sin embargo, se ven evidencias inequívocas de que los mismos peligros que andan por el mundo se hallan entre nosotros, tratando de destruir esta institución dada de Dios que es el hogar. He tenido el privilegio, en el curso de los años, visitar, con otras de las Autoridades Generales, algunos de los hogares más agradables de nuestros miembros, y es en estas visitas que he observado algunas cosas que deseo mencionaros, ya que sugieren los elementos que contribuyen a la fuerza y la felicidad en el hogar.
Nos hallamos en tiempos difíciles. Por todo el mundo existen influencias que procuran acometer el hogar, las relaciones sagradas de esposo y esposa, de padres y sus hijos.
La misma influencia perniciosa tienen por delante nuestros miembros adultos de la Iglesia que no están casados. Cuan afortunados somos en poder tener en medio de todo esto las enseñanzas de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que dirige la Iglesia. Son nuestras sus palabras y las de sus profetas, para ayudar a fortalecer nuestros hogares y traer a ellos mayor paz y felicidad.
No hay ningún otro pueblo sobre la faz de la tierra, que yo sepa, que tenga los altos conceptos del matrimonio y del carácter sagrado del hogar, que poseen los Santos de los Últimos Días.
En una revelación dada en nuestra época, el Señor dijo:
". . . el matrimonio es instituido de Dios para el hombre. Por lo tanto, es lícito que tenga una esposa, y los dos serán una carne, y todo esto para que la tierra cumpla el objeto de su creación."