domingo

EL JURAMENTO Y CONVENIO DEL SACERDOCIO

por Marión G. Romney
(Del Consejo de los Doce)
(Tomada de The Improrement Era)

Al meditar acerca de la solemne oportunidad en que José Smith y otros cinco hermanos se reunieron en el hogar de Pedro Wfaitmer para organizar la Iglesia, no puedo dejar de reconocer la transcendencia del hecho sucedido unos diez meses antes de aquel seis de abril de 1830, cuando José y Oliverio recibieron de Pedro. Santiago y Juan el poder por el cual quedaban autori­zados para iniciar la restauración. Ese poder fue el Sacerdocio de Melquisedee — el poder más grande que haya venido a la tierra en cualquier dispensación, y que superará y controlará todos los demás poderes descubiertos y aún por descubrir por el hombre.
En relación con esta declaración, os aseguro, madres y novias, que cuando recibáis la exaltación por la cual todo verdadero Santo de los Últimos Días honestamente lucha, estaréis de la mano de un poseedor del Sacer­docio de Melquisedee que haya magnificado ese llamamiento. Por consiguiente, todo lo que podáis hacer para alentar en vuestros seres amados el deseo de magnificar su sacerdocio, os será infinitamente recom­pensado.
Tradicionalmente, el pueblo de Dios ha sido conocido como uno de alianza. El evangelio mismo es un nuevo y sempiterno convenio. La posteridad de Abrahán, Isaac y Jacob constituye una raza de alianza. Entramos a la Iglesia por convenio, el cual es establecido por medio del bautismo. El nuevo y sempiterno convenio del matrimonio eterno es la puerta que conduce a la exalta­ción en el reino celestial. Los hombres dignos reciben el Sacerdocio de Melquisedee como un convenio por medio de un juramento.
Un convenio o alianza es un acuerdo establecido entre dos o más partes. Un juramento es un voto de atestación en cuanto a la inviolabilidad de las prome­sas comprendidas en un convenio, En el convenio del sacerdocio, las partes contratantes son el Padre Celes­tial y el recibidor del poder o autoridad de aquel sacerdocio. Cada una de estas partes se hace cargo de ciertas obligaciones específicas. El recibidor se compromete a magnificar mi llamamiento en el sacerdocio. El Padre, por juramento y convenio, promete al recibidor que si magnífica su sacerdocio será santificado por el Espíritu para la renovación de su cuerpo; (véase Doc. y Con. 84:33), a fin de que llegue a ser miembro de ". . . la Iglesia y el reino, y elegido de Dios," (Ibid., 84:34) y recibir "el reino del Padre [y] por tanto," dice el Salvador, "todo lo que mi Padre tiene le será dado." (Ibid, 84:38.)
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