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“Y VI LAS HUESTES DE LOS MUERTOS, PEQUEÑOS ASÍ COMO GRANDES”: JOSEPH F. SMITH, LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL,

por Richard E. Bennett

Mientras meditaba en estas cosas que están escritas, fueron abiertos los ojos de mi entendimiento, y el Espíritu del Señor descansó sobre mí, y vi las huestes de los muertos, pequeños así como grandes (D. y C. 138:11).
Los discursos de Joseph F. Smith con respecto a la vida, la muerte, y la guerra, son considerados hoy en día por los Santos de los Últimos Días como contribuciones profundamente importantes a la doctrina Mormona. El sexto Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (sirvió del año 1901 al año 1918), sobrino de José Smith, y el fundador de la Iglesia, el Presidente Smith pronunció algunos de sus discursos más consoladores e importantes en los temas de la muerte y el sufrimiento durante los meses tristes de la Primera Guerra Mundial. Su discurso final, conocido como la “Visión de la redención de los muertos,” ahora canonizada como revelación por la Iglesia, permanece como la declaración Mormona autorizada de su época.
Aún hace falta escribir un estudio completo sobre el proceso histórico que trajo esta declaración doctrinal de la obscuridad a la esfera de las escrituras Mormonas modernas. Sin embargo, este ensayo tiene como propósito colocar este y otros discursos de la época en su contexto histórico, sugerir un lugar para ellos en el amplio tapete del pensamiento cristiano, y luchar por su aplicación completa como comentarios sobre la obra del templo, la guerra y otros temas diversos y muy importantes en su día. Así como les llevó años a los líderes de la Iglesia redescubrir el significado completo de las visiones que tuvo el Presidente Smith acerca de la redención de los muertos y su importancia completa como ayuda en la obra del tempo en la actualidad, de la misma forma, los historiadores Santos de los Últimos Días han sido lentos en visualizarlos como documentos importantes, como indicadores y comentarios de la época. Se deben agregar las visiones del Presidente Smith a los puntos de vista y comentarios de otros religiosos de su época que compartieron sus propias visiones al final de la guerra.
En una época en la cual se restringen las oraciones en las escuelas, si no es que se rechazan, “a la hora once del día once del mes once,” a los niños en todas las escuelas de Canadá, y en muchos de los países que forman la Comunidad Británica de Naciones, se les pide que inclinen la cabeza en señal de agradecimiento y en memoria de quienes murieron en la guerra. Hasta esta fecha el Día del Recuerdo, el 11 de noviembre, se observa como si fuera un Día de Reposo, con doblar de campanas en honor de quienes dieron la última y verdadera medida de devoción hacia la causa de Dios, del Rey y la patria. Los canadienses portan amapolas rojas en las solapas y por todo el país se congregan respetuosamente en los monumentos de guerra, cantan himnos, honran a las madres que perdieron hijos en el campo de batalla, y escuchan reverentemente el poema escrito por John McCrae durante los terribles días de la batalla de Ypres en la cual decenas de miles de hombres murieron en Bélgica en los campos de amapola en flor; el poema es el siguiente:

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