martes

UN MENSAJE....

La oración es uno de los actos más importantes que podamos realizar como hijos de nuestro Padre Celestial. Es la manera que nos ha dado de comunicarnos con Él. La oración es una forma de adoración y la utilizamos para expresar gratitud, solicitar guía y bendiciones, y buscar respuestas.

La Iglesia tiene tres oraciones fijas: la oración bautismal, que es la primera ordenanza esencial para la salvación, y las dos oraciones sacramentales, mediante las cuales renovamos los convenios bautismales. En las demás circunstancias, tanto si oramos en privado o por un grupo, utilizamos nuestras propias palabras de manera adecuada para la ocasión y según nos inspire el Espíritu.

Con frecuencia solemos caer en el hábito de utilizar las mismas palabras y frases, casi sin pensar. Ese es el problema. Al no pensar en lo que estamos diciendo, podemos hacer que las oraciones carezcan de significado. La sinceridad en las oraciones no viene determinada por el uso de palabras o frases diferentes cada vez que oramos, sino que es un asunto propio de los sentimientos del corazón y los anhelos del espíritu.

Jesucristo nos mostró cómo orar, utilizando un lenguaje llano y expresivo, y nos amonestó en contra de orar sólo para ser vistos por los demás, de usar "vanas repeticiones", es decir, palabras que repetimos una y otra vez sin sinceridad alguna.
Las Escrituras nos dan instrucciones adicionales sobre la oración. En el Libro de Mormón, Amulek nos aconsejó: "Clamad a él cuando estéis en vuestros campos, sí, por todos vuestros rebaños.

"Clamad a él en vuestras casas, sí, por todos los de vuestra casa, tanto por la mañana, como al mediodía y al atardecer...
"Mas esto no es todo; debéis derramar vuestra alma en vuestros aposentos, en vuestros sitios secretos y en vuestros yermos.
"Sí, y cuando no estéis clamando al Señor, dejad que rebosen vuestros corazones, entregados continuamente en oración a él por vuestro bienestar, así como por el bienestar de los que os rodean".

El Señor quiere que oremos por todo aquello que se relacione con nosotros. De hecho, Él nos manda que debemos "orar siempre".

Parte del orar siempre es el estar continuamente agradecidos al Señor. El dar gracias a nuestro Padre Celestial por Sus bendiciones nos ayuda a estar centrados en la fuente de toda bondad; nos hace más felices al traer a nuestra mente todas las bendiciones que hemos recibido. Hay muchas bendiciones por las que queremos dar gracias, con regularidad, a nuestro Padre Celestial, y si lo hacemos con gratitud sincera y no tan sólo como un hábito, no importa que repitamos cada día algunas de esas bendiciones.

Pero, si nos encontramos recitando, sin pensar, una lista memorizada mientras oramos, es hora de que nos replanteemos los motivos que tenemos para orar.
• Imagínate hablando con el Padre.
• Tómate unos momentos antes de orar para pensar en el propósito de tu oración y lo que te gustaría decir.
• Exprésale al Señor por qué estás agradecido por ciertas bendiciones.
• Pide ayuda específica para solucionar problemas específicos.
• Al orar, recuerda pedir siempre que se haga la voluntad de Dios.
Aquello por lo que oramos no tiene por qué ser demasiado diferente cada día, pero aprovechar la oportunidad de pensar en nuestras necesidades y bendiciones, y darle gracias al Señor por todo lo que nos ha dado es una gran manera de dar pie a que nuestras oraciones sean más eficaces y significativas.