
Aprendimos a pedir agua en nuestras oraciones; siempre que orábamos pedíamos agua. Se necesitaba una reserva, un depósito elevado que pudiera conservar el agua de las lluvias del otoño, el invierno y la primavera, para usarla en el momento preciso.
Al pensar en esto, comprendí que existen reservas de muchas clases: de agua; de alimentos, como las que hay en nuestro programa de bienestar familiar; algunas como los graneros y depósitos construidos por José en Egipto, las cuales le permitieron guardar un poco del excedente de siete años de abundancia para poder afrontar los problemas de siete años de escasés y hambre.
Comprendí que debe haber reservas de conocimientos para satisfacer las necesidades futuras; reservas de valor para vencer las avalanchas de temor que nos trae la incertidumbre; almacenes de fortaleza física que nos ayuden a dominar las frecuentes contaminaciones y contagios; reservas de bondad; reservas de vigor; reservas de fe. Sí, reservas de fe para que cuando el mundo nos presione, nos mantengamos firmes y fuertes; porque cuando las tentaciones de un mundo decadente minan nuestras energías, menguan nuestra vitalidad espiritual y nos rebajan al nivel mundano, necesitamos una reserva de fe, para ayudar a los jóvenes a pasar los tentadores años de la adolescencia, para superar las tentaciones de los años de la madurez. Una fe que nos ayude a soportar los momentos difíciles y aun terribles, las desilusiones y contrariedades y los años de adversidad, deseos insatisfechos, confusiones y frustración.
¿Quien construirá estas reservas? ¿No es ésta la razón por la que Dios le ha dado padres a cada niño?
Élder SPENCER W. KIMBALL
(En la 139a. Conferencia General Semi-anual, octubre de 1969.)
Comprendí que debe haber reservas de conocimientos para satisfacer las necesidades futuras; reservas de valor para vencer las avalanchas de temor que nos trae la incertidumbre; almacenes de fortaleza física que nos ayuden a dominar las frecuentes contaminaciones y contagios; reservas de bondad; reservas de vigor; reservas de fe. Sí, reservas de fe para que cuando el mundo nos presione, nos mantengamos firmes y fuertes; porque cuando las tentaciones de un mundo decadente minan nuestras energías, menguan nuestra vitalidad espiritual y nos rebajan al nivel mundano, necesitamos una reserva de fe, para ayudar a los jóvenes a pasar los tentadores años de la adolescencia, para superar las tentaciones de los años de la madurez. Una fe que nos ayude a soportar los momentos difíciles y aun terribles, las desilusiones y contrariedades y los años de adversidad, deseos insatisfechos, confusiones y frustración.
¿Quien construirá estas reservas? ¿No es ésta la razón por la que Dios le ha dado padres a cada niño?
Élder SPENCER W. KIMBALL
(En la 139a. Conferencia General Semi-anual, octubre de 1969.)